La obra Motín de mugidos mudos tiene la intención de ascender el suelo para entregárselo al viento. El proceso inicia con la colecta de tierra y boñiga del hato bovino de la Universidad Nacional de Colombia. En este lugar he interactuado con las vacas durante 8 años.

Las materias son convertidas en partículas más pequeñas, intentando llegar a su estado más primordial, donde su peso les permita compactarse entre sí, pero también elevarse para ser dispersadas. 

Este gesto nace para rumiar diferentes paisajes ganaderos, íntimos, cotidianos, extensivos, industriales o de autoconsumo y de esta forma remembrar que la tierra que pisamos y donde nos relacionamos no le pertenece a nadie. 

En este motín, la tierra y la boñiga en forma de polen silenciosamente viajan para nombrar las fuerzas que hacen posible que sigan abriéndose las flores, pero también los montes.
“Ahora que por un instante eres el viento y el sol, viaja por los caminos que no han sido pisados y cuando cedas al peso y beses el suelo, 
como lo hace la pezuña de una res, siémbrate, entiérrate. 

Celebraremos contigo que no perteneces a nadie.

Recuerda que no hay línea que te divida, ni muro que te oculte.

Recuérdanos como recuerdas a las montes y a los flores. 

Desbordaremos los ríos, la savia y la sangre escribiendo nuestro nuevo nombre.”
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