(Detalle)
Siempre estamos a la espera de lo que sucederá, de muchas formas nuestras acciones están tiznadas por la expectativa y la suposición.
Habitamos la inminencia de lo que deseamos que ocurra o de lo que no, confrontado con el constante pero impreciso devenir.
El volcán en su estado de actividad determina las dinámicas de un lugar, su pulsión mantiene en estado de vigilia y reorganiza constantemente la temporalidad de quién se encuentra cercano a él. En la inmediatez del tiempo digital, busco enfrentarme a imágenes de un bloque de tiempo que me supere, fugarme de mi propia duración para exponerme a un tiempo dilatado; como el geológico. Durante varias horas del día por cámara web contemplo el volcán Colima en constante actividad, en espera de su erupción. En esta experiencia, tejo mi propio tiempo vinculado a los movimiento telúricos, es decir, que soy también, el tiempo en estado de espera.
Y en ese intento, se revela como en cualquier cuerpo está contenido un latente deseo por dejar escapar aquello que se ha convertido en ceniza.
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