Al sonar de las patas de las vacas...
Intersecciones entre arte y ecología del paisaje en el piedemonte ganadero de Casanare.
Resumen
Esta tesis explora las intersecciones entre arte, ecología del paisaje y mi experiencia personal inscrita en un paisaje ganadero del piedemonte casanareño, al que llamo lugar atestiguante, por medio de una metodología interdisciplinar que articula la revisión histórica del género artístico de paisaje y los patrones de transformación del uso del suelo en Colombia, la etnografía sensorial, la performatividad y la creación artística. A partir de realizar viajes de campo y desde una perspectiva que reconoce el carácter histórico, afectivo y político del paisaje, se construyeron tres mapas sensibles (visual, táctil y sonoro) que dan cuenta de las transformaciones sutiles del territorio.
Más que representar un paisaje desde una lógica técnica o geoespacial, este trabajo se sitúa desde el cuerpo humano y los sentidos como dispositivos de conocimiento, y de vinculación con este territorio, entre el duelo y el registro, entre el gesto artístico y la memoria del lugar. Se propone una forma de atestiguar el paisaje desde su vibración, su textura y su resonancia.
Así, este proyecto se ubica entre la ciencia y la poética, entre lo político y lo íntimo, entre lo que puede nombrarse y lo que solo puede sentirse. El paisaje, aquí, no es solo un fondo, sino una presencia activa que compone, que habla, que afecta.
Conservarlo y escucharlo se vuelve un acto de cuidado y de justicia.
Mapa VISUAL de transformaciones sutiles
A diferencia de los mapas tradicionales en ecología del paisaje, que asignan un valor único y categórico a cada píxel. Este mapa visual propone otra lógica: cada píxel no representa una cosa, sino una constelación de relaciones ecológicas que experimenté al estar en campo. Aquí, lo visual no funciona como herramienta de clasificación, sino como una composición relacional donde cada punto de imagen contiene procesos, interacciones, afectos entre especies, materias y cuerpos. En lugar de segmentar el territorio, este mapa lo densifica: vuelve visible lo invisible, lo que ocurre pero no se ve a pequeña escala, lo que se entreteje. En este caso, no se trata de observar desde afuera, sino de “pensar-con” el paisaje, reconociendo que las relaciones son las unidades mínimas de existencia.
Cada píxel es entonces un microcosmos, una narrativa comprimida, una imagen compuesta de acciones: pisadas, brotes, fugas, marcas de ganado, sombras de árboles, humedad residual. Este gesto cartográfico resuena con la estética de lo ínfimo, no por reducir el mundo a lo pequeño, sino por amplificar la potencia política y sensible de lo que usualmente queda fuera del foco. El mapa deviene así un archivo vibrante de vínculos.
Las interacciones ecológicas que fueron capturadas en las imágenes se delimitaron en tres zonas para su observación: parches, matriz y áreas de uso directo. A partir del levantamiento de estas imágenes en video, se construyeron los píxeles que posteriormente darían forma al mapa visual de transformaciones sutiles del paisaje.
Píxel definido para matriz
16 interacciones registradas en la matriz del paisaje
Píxel definido para Parches de bosque
16 interacciones registradas en los parches de bosque del paisaje
Píxel definido para actividades de uso directo (Corral)
16 interacciones registradas en la zona de trabajo con ganado del paisaje
Mapa TÁCTIL de transformaciones sutiles
Este mapa, compuesto por píxeles de frottage, propone una forma de cartografía háptica, donde el suelo deja de ser un dato abstracto para convertirse en textura, en cuerpo, en inscripción directa sobre la superficie del papel. Cada fragmento ha sido frotado en campo sobre parches de bosque o matriz ganadera, permitiendo que la piel de la tierra y sus relieves, grietas, rugosidades se manifieste como imagen. Aquí, lo visual no se produce desde la vista, sino desde el contacto. Una experiencia que se alinea con el concepto de hapticalidad planteado por Moten & Harney (2013) entendido como forma de conocimiento que emerge del roce, de estar próximo y de estar implicado. En este gesto, como artista no represento el paisaje: lo toco y soy tocado por él. Al permitir que la tierra dibuje, que su materia vibre sobre la superficie, este mapa se convierte en una forma de testimonio sensible, en el que lo ínfimo, las huellas que apenas se perciben, los rastros, los bordes adquiere importancia. Tal como sugiere Bennett (2022) esta materia no sería pasiva, pues vibra, actúa, afecta. La estética del contacto se vuelve aquí también una política del reconocimiento de lo más que humano.

De este modo, los frottage funcionan como testigos táctiles que configuran cartografías del encuentro entre mi cuerpo y el cuerpo del paisaje. La realización de estos dibujos fue registrada en video conservando el gesto mismo del contacto. Luego, se eligieron los dibujos que integrarían el mapa táctil, diferenciándolos entre aquellos que son de la matriz, los bordes o los parches. Esta clasificación permitió reconocer variaciones texturales del suelo según el tipo de cobertura vegetal y el uso del terreno.

Píxel táctil Parche de Bosque suelo

Píxel táctil Parche de Bosque árbol

Píxel táctil Borde

Píxel táctil matriz (Brachiaria)

Píxel táctil matriz (Camino hecho por vacas)

Píxel táctil matriz (Broche paso de ganado)

Píxel táctil matriz (Boñiga)
Mapa SONORO de transformaciones sutiles
Este mapa sonoro desplaza el gesto cartográfico hacia la escucha, componiendo el territorio no a partir de sus formas visibles, sino de su espesor acústico y su potencia vibrátil. Cada fragmento ha sido registrado en distintos momentos del día y del año en parches de bosque, matriz ganadera y corral, para luego ser reconfigurado como una composición sonora. Lo que aquí se mapea no es un estado, sino un proceso en constante transformación: el paisaje como vibración, como un umbral o espectro que se modifica con las lluvias, los animales, los vientos o las ausencias.
En lugar de un mapa que fija, este archivo escucha lo que cambia. Cada píxel no es una unidad visual, sino una frecuencia, una resonancia, un encuentro entre cuerpos. Esta es una apuesta por un paisaje no ocularcéntrico, donde el conocimiento emerge de lo sonoro, lo relacional y lo temporal. Nancy (2007) nos sugiere que el sonido nos atraviesa y nos vuelve permeables. El sonido no se dirige a nosotros, sino que nos envuelve. Así, este mapa no representa el territorio, sino que resuena con él, se ofrece como un archivo sonoro de lo que tiembla, de lo que cambia, de lo que aún no ha sido nombrado.
Los píxeles corresponden a grabaciones convertidas en mapas de frecuencia espectral y mapas de onda, derivados de las composiciones sonoras realizadas para cada una de las zonas del paisaje. Es decir, el paisaje sonoro adquiere también una representación visual a través de su espectro de frecuencias y formas de onda. Esta operación traduce los elementos de la biodiversidad en registros gráficos del sonido que emiten, haciendo visible lo que normalmente solo se percibe por el oído.
Píxel sonoro de los parches
Píxel sonoro de la matriz
Píxel sonoro del corral
(lugar directo de uso)
Testigo de un borde del paisaje
Quise retratar un borde. Ese límite poroso entre parche y matriz.
Decidí situarme ahí, en un espacio fronterizo donde el paisaje no se define.
Habitar el borde es también un gesto metodológico: permanecer en la indecisión que es también un cruce.
En lo que no está del todo delimitado se activa una sensibilidad que no busca fijar el paisaje, sino escucharlo en su transformación continua.